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Cuando el cielo rompe: lluvias extremas, ciudades vulnerables y la advertencia del clima

Cuando el cielo rompe: lluvias extremas, ciudades vulnerables y la advertencia del clima

Querétaro, México.
Las nubes se cerraron rápido. En minutos, el cielo de Querétaro se tornó gris profundo, y la lluvia comenzó a caer con una intensidad poco común. No era una tormenta cualquiera. Fue un torrente súbito que desbordó drenajes, atrapó vehículos, inundó viviendas y dejó colonias completas, como Santa María Magdalena, El Salitre o Menchaca, bajo el agua.

La escena se ha repetido varias veces en los últimos años, pero cada vez con más frecuencia y más violencia. Las lluvias llegan de forma abrupta, con volúmenes que superan en minutos lo que antes caía en días. El agua no encuentra por dónde irse. Las calles no bastan, los drenajes colapsan, y las consecuencias ya no son solo “temporales”.

Pero esto no es exclusivo de Querétaro.

Miles de kilómetros al otro lado del Atlántico, España ha vivido sus propios episodios extremos. Las conocidas DANAs (Depresiones Aisladas en Niveles Altos), han provocado lluvias intensas que paralizan ciudades como Madrid, Valencia o Murcia. La fuerza del agua arrastra coches, derrumba techos, anega estaciones del metro. Son fenómenos distintos en forma, pero similares en consecuencia: el clima está cambiando, y las ciudades no están preparadas.

Un patrón que se repite

En Querétaro, las lluvias de este año han dejado más que calles mojadas. Drenes colapsados, estructuras debilitadas y cientos de familias afectadas dan cuenta de un fenómeno que ya no puede explicarse solo como “temporal”. La intensidad ha superado los registros históricos, y todo indica que no será una excepción, sino parte de una nueva regla.

Los expertos advierten que el cambio climático provoca un aumento en la temperatura del planeta, lo que incrementa la humedad en la atmósfera y genera lluvias más violentas y concentradas. Es decir, llueve menos días… pero con mucha más fuerza. Esto, sumado a una urbanización acelerada, al crecimiento desordenado de las ciudades y a una infraestructura hidráulica obsoleta, crea la tormenta perfecta.

La pregunta que emerge no es si va a llover así otra vez, sino cuándo. Y si estaremos preparados.

Ciudades al límite

La naturaleza ha cambiado sus ritmos, pero nuestras ciudades no. El diseño urbano de muchas zonas de Querétaro como tantas otras en el mundo responde a modelos del siglo XX: sistemas de drenaje dimensionados para lluvias “normales”, planeaciones sin considerar el flujo de agua pluvial, construcciones sobre cuerpos de agua canalizados o entubados que tarde o temprano buscan volver a su cauce.

En este escenario, lo que antes se consideraba un “fenómeno atípico” se está volviendo común.

Lo que está en juego

Más allá de los daños materiales, estas lluvias extremas sacan a la luz una necesidad urgente de resiliencia urbana. No se trata solo de arreglar calles o limpiar drenajes. Se trata de repensar la relación de la ciudad con el agua, con el territorio, con el clima. De prever en lugar de reparar. De diseñar políticas públicas que atiendan no solo los efectos, sino las causas.

Y también se trata de nosotros, los ciudadanos: de cómo nos informamos, cómo exigimos prevención, cómo cuidamos el entorno, cómo votamos y decidimos.

Una advertencia silenciosa

La lluvia, en sí misma, no tiene intenciones. Solo cae. Pero la forma en que la ciudad la recibe revela qué tan preparados estamos para el futuro. Las imágenes de calles anegadas en Querétaro o avenidas arrasadas por DANAs en España son más que noticias impactantes: son advertencias silenciosas, llamadas de atención que se vuelven cada vez más ruidosas.

La crisis climática ya no es una posibilidad futura. Es presente. Se mide en milímetros de agua, en minutos de lluvia, en familias damnificadas.

Si algo nos dejan estas tormentas es la certeza de que el cielo sí rompe… y lo está haciendo cada vez más seguido. Y lo que está en juego no es solo infraestructura o movilidad: es el bienestar, la seguridad y el derecho a una ciudad que nos cuide también cuando el clima se desborda.